Suben las temperaturas, playas y piscinas se llenan de niños.

  • Mamá, ¿Me puedo bañar ya?
  • Nooooo. ¡Que te puede dar un corte de digestión!
  • ¿Y cuánto falta, jo, mamá?

¿Cuántas veces lo habremos oído?
Confesadme, ¿durante cuántos años hemos estado esperando a pie de piscina esas dos horas interminables hasta que nuestros padres nos daban el visto bueno? Yo lo recuerdo como una auténtica tortura.
¿De verdad se mueren personas por cortes de digestión? Y lo que es más importante ¿Qué hay de cierto en el tan temible “corte de digestión”?
Pues bien, el mal llamado corte de digestión en sí, no tiene nada que ver con el intestino, ni con el estómago aunque cierto es que el síncope de hidrocución que a continuación describiremos puede verse agravado tras una comida copiosa.

¿En qué consiste el síncope de hidrocución?

Es la pérdida súbita de conocimiento o la muerte directa de la persona al sumergirse en el agua sin que sea necesario que entre agua en los pulmones. En ocasiones no se llega a perder el conocimiento del todo y se produce un cuadro de mareos, náuseas y vómitos que permite al paciente salir del agua a tiempo.

¿Cómo se produce?

Fundamentalmente por dos mecanismos:
– Por un lado tenemos el reflejo de inmersión: Cuando nos sumergimos debajo del agua se producen una serie de cambios en nuestro sistema cardiovascular para adaptarse al nuevo medio subacuático. Entre ellos disminuye la frecuencia cardíaca y se contraen los vasos sanguíneos más superficiales (los de la piel) para dar preferencia al riego sanguíneo del cerebro.
Este reflejo en los niños es mucho más acusado sobre todo si el agua está muy fría, la temperatura corporal es alta y el niño se zambulle de golpe. Es en estos casos cuando pueden producirse arritmias graves incluso muerte súbita.
– Por otro lado tenemos la digestión: Esta consiste en una serie de procesos a través de los cuales el intestino extrae los nutrientes de la comida; esto puede llevar desde unos minutos hasta 2- 3 horas y necesita de oxígeno para realizarlo que solamente llega a través del torrente circulatorio. Durante este tiempo, el intestino tiene prioridad, por eso los vasos sanguíneos del aparato digestivo se dilatan mientras que  algunas otras partes del cuerpo se pueden quedar con menos riego, como por ejemplo el cerebro. De ahí que tengamos sueño después de una comida copiosa, no podamos concentrarnos o incluso tengamos que dormir una buena siesta.
Si además de hacer la digestión estamos debajo del agua, el cerebro corre riesgo de recibir menos sangre aún lo que desembocaría en sensación de mareo, nauseas, vómitos y hasta pérdida de conocimiento con el consiguiente riesgo de ahogamiento si no hay nadie cerca. 

¿Es muy frecuente?

No, no es muy frecuente pero sí debemos conocerlo y saber como evitarlo.

¿Qué podemos hacer para evitarlo?

  • Esperar un tiempo prudencial antes de bañarnos. Si ha sido una comida ligera aproximadamente una hora y media, si ha sido una comida copiosa unas 3 horas.
  • No zambullirnos de golpe. Mojar el cuerpo poco a poco. Por lo que la divertida costumbre de saltar todos a la vez a la piscina en plan “bomba” en el momento en el pasaban las 3 horas de rigor, no es una práctica muy recomendable.
  • Tener especial precaución si el agua está muy fría, si antes de meternos en el agua hemos hecho deporte, hemos sudado mucho o si hace mucho calor. Recordad que cuanto más contraste haya entre la temperatura del agua y la corporal, más riesgo de hidrocución.

Así que nuestros padres no iban tan desencaminados en sus recomendaciones a pesar de que nosotros lo viviésemos como un verdadero castigo.
Ahora que ya tenéis más información  vamos utilizarla junto con sentido común y…¡A disfrutar del verano que ya está encima!

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