A estas alturas ya sabemos todos el impacto que pueden llegar a generar nuestras palabras en nuestros hijos ¿Verdad?

Pero no sólo nuestras palabras, sino también nuestra actitud frente a la vida, frente a los problemas, nuestra manera de comportarnos y relacionarnos. Nuestros modales en la mesa, nuestros hábitos y costumbres.

¿Verdad que cada vez eres más consciente de ello?  Yo sí, lo soy.

Sin embargo, ayer mi hija con tan solo 6 años a través de un comentario inocente y sin intención ninguna, me puso del revés.

  • Mira mami, mira este vestido que bien me queda. ¡Qué bonito es! Y mira, mira… no me saca barriga.

No me saca barriga. No me saca barriga. No me saca barriga. Sus palabras me martilleaban sin tregua.

  • Pero Covi, chiquitina, si tú no tienes barriga. Eres una niña preciosa y me encantas- le dije con toda la amorosidad con la que se le puede hablar a una hija.

Ella no pareció darle ninguna importancia. No lo dijo con pena, ni siquiera atisbé el más mínimo complejo en sus palabras, pero las había dicho. Yo las había escuchado.

¿De dónde ha sacado eso?- me pregunté una vez me repuse.

Pues ¿de quién si no? De mí. De su mamá.

Y en este punto me encuentro ahora, compartiéndolo con vosotras. Repetimos una y otra vez  a nuestras hijas que las modelos de las pasarelas tienen una delgadez extrema, que eso no es bueno para la salud, que tenemos que comer de una forma sana y equilibrada, que es bueno hacer algún tipo de deporte, que fumar es malo… y en todos esos consejos que toda madre da a sus hijos nos ponemos realmente pesaditas. Porque a insistencia no nos gana nadie y si no, que opinen los papás.

Sin embargo nuestras hijas lo que perciben es el aplastante “Este vestido me saca barriga”- que le comentas a tu marido, o el  “hoy no ceno que con tanta fiesta por en medio me voy a poner como una bola”, o el “fíjate en Maripili lo que ha engordado últimamente” que te comenta tu amiga mientras camináis por el parque de la mano de vuestras hijas.

¿Y qué me decís del: “¿Azúcar? No, no, no. Por favor, ¿me puede traer sacarina?”- mientras cogemos el sobre de azúcar como si contuviese en su interior el virus del ébola.

¿Os imagináis a vuestra hija mirándote fijamente “escuchando” solamente el lenguaje no verbal, viendo como su madre coge con dos dedos y con cara de asco un sobrecito de algo que se supone se echa en la leche?

Son mensajes subliminales que estamos lanzando a diario a nuestras hijas y que generan muchísimo más impacto que cualquier sermón que les demos a cerca de las modelos de alta costura. Nosotras somos sus modelos a seguir, nosotras somos su ejemplo. Menuda responsabilidad ¿verdad?

mama,eres consciente

  • Covi, cariño, tienes un cuerpo precioso; lleno de curvitas como el de tu mamá. Dime una cosa, cielo ¿te gusta el cuerpo de mamá?
  • ¡Ay, mami! ¡Me encanta!- me dice mientras me abraza y me estruja lo más fuerte que puede.

 

 

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