No juzgues y no serás juzgada- me repetía mi padre en plena adolescencia y efervescencia.

Madre treintañera, sentada plácidamente en un banco del parque. Hace un día fantástico para salir a pasear y que los niños corran. Sentado a su lado un niño de unos dos años y medio comiendo un plátano; colgado en su regazo un bebé de no más de 3 meses dormido sobre el pecho materno. “¿Qué mejor lugar?- Me pregunto.

  • Mami, tengo sed- le dice el niño con sus manitas aún pringadas en fruta.

Su madre le acaricia dulcemente el pelo ensortijado, pelirrojo, por cierto. Saca al bebé de su mochila-cuna improvisada y lo deja en la sillita del hermano. Aun duerme. ¡Qué delicia!

  • Ven cariño- le dice su madre mientras coge en brazos al sediento hermano.

Una vez acomodado en sus rodillas, este levanta la camiseta de mamá en busca de la fuente de la vida y empieza a beber, a mamar…cierra los ojos incluso y cae en un delicioso sueño ayudado por las caricias de su madre que juguetea con sus rebeldes rizos.

La estampa era perfecta sin embargo algo llamó mi atención. Un grupo de madres sentadas muy cerca de ella la juzgaban duramente con la mirada, de hecho alcancé a oír a una de ellas como decía. “Eso ya es vicio”.

Esa misma mañana, en la consulta, una madre (una de tantas) rompía en llanto por la presión que estaba recibiendo de las personas de su entorno por haber decidido darle leche adaptada a su hijo.

  • Me siento tan culpable, Lucía- me decía entre lágrimas aquella frágil mamá que aún no sabía ni cómo sentarse tras un doloroso y traumático parto que aún no había asimilado…

En esa semana tuve a un par de madres solteras, varias divorciadas, padres separados, unas cuantas madres primerizas recién estrenadas con más de 40 años, más de una docena de madres que habían decidido dar biberones, 3 o 4 con lactancias prolongadas, varias madres ejecutivas que apenas pudieron disfrutar de su baja maternal, muchas que optaron por no incorporarse al mundo laboral para vivir plenamente  la crianza.

He tenido madres que usan el porteo para llevar a sus hijos, otras que estrenan carricoches con funda de Carolina Herrera. Madres altas, esbeltas y divinas sacadas de revista, y otras rellenitas, cansadas y ojerosas. Madres desesperadas porque se sabían toda la teoría para conseguir que su hijo comiera, pero en la práctica nada funcionaba. Madres por el contrario que se veían incapaces de contener la gula y el ansia infinita de sus hijos por comer a todas horas.

Madres que practicaban colecho, madres que a los 12 meses “enseñaron” a su hijo a dormir solo. Madres de niñas con preciosos ojos rasgados que delatan una historia difícil.  Madres autosuficientes que habían decidido criar a sus hijos en solitario, madres dependientes que cualquier actividad la hacían con su pareja al lado. Madres con estudios, madres sin estudios…

Y todas ellas, todas sin excepción, compartían algo- Compartían un sentimiento, un desazón: Se sentían juzgadas.

Nojuzgues y no serás juzgadaSi le das biberón definitivamente eres la peor madre del mundo, si le das teta pasado el año, tu hijo es un “vicioso” y tú culpable por permitírselo.

Si duermen contigo que sepas que lo estás haciendo fatal porque no estás cuidando tu matrimonio.

Si aplicas el método Estivill es que no tienes compasión.

Si decides ser madre soltera, estás loca.

Si te divorcias con tus hijos pequeños, eres una egoísta.

Si vistes con taconazo y te pintas los labios de rojo, eres una pija. Y si porteas y llevas chanclas, una hippy sin credibilidad. Si tu pareja es más joven y no trabaja, es un vago interesado; si por el contrario es bastante mayor que tú, a saber qué buscas en él. Si sólo tienes un hijo, eres muy egoísta y no piensas en él.

Si solamente consumes productos ecológicos y utilizas pañales lavables, se te ha “ido la olla”; si solamente le das potitos de frutas porque no hay manera de que se coma la fruta natural, estás envenenando a tu hijo. Si lo llevas a un colegio privado es que eres una elitista, si optas por no apuntarle a ninguna actividad extraescolar es que pasas de todo. Si le das antibióticos a tu hijo porque así te lo ha dicho tu pediatra, estás haciéndolo mal porque no dejas que su cuerpo luche; si le das remedios naturales, eres una inconsciente.

Si lloras, eres una llorona. Si no lloras, es que eres demasiado dura y fría.

¡Pero bueno! BASTA YA!!!! Basta ya de juzgarnos. Debemos estar unidas y apoyarnos, o al menos, no entorpecernos que bastantes palos tenemos en las ruedas ya ¿no os parece?

Mirad, en mi vida he tenido que tomar decisiones difíciles, algunas con cicatrices incurables, como muchas de vosotras. Y también me he sentido juzgada, mucho.

Desde que tengo el blog y escribo libros también me he sentido así, pero ahora me lo tomo de manera diferente, la experiencia es un grado. ¿Qué sabrá esta persona de mí para atreverse a decir eso de mi persona?- me digo mientras me como alegremente unos pistachos.  Esto ya no me molesta, sería absurdo seguir escribiendo si me molestara.

Pero lo que sí me duele y me hiere profundamente es cuando en mi día a día y en el vuestro también, juzgamos y se nos juzga.

Definitivamente no. Hago un esfuerzo cada día, ahora ya cada vez menos, en repetirme las veces que haga falta las palabras que me decían mis padres en mi adolescencia: “Lucía, no juzgues y no serás juzgada”. Y lo hago, lo intento. Y me lo repito conscientemente una y otra vez.

Deja que las mujeres que te rodean vivan su maternidad como les de la gana, déjalas tranquilas. El último post de “Yo no renuncio” va en la misma línea. Volved a leerlo y reflexionad sobre este tema.

¿Cuántas veces has juzgado hoy a alguien? ¿Y cuántas veces te has sentido juzgada?

Ya está bien ¿No?

Guardería, sí; guardería no. Teta, biberón. Trabajo, no trabajo. Madre soltera, casada o con las parejas que le de la real gana. Ropa de marca o de mercadillo. Colecho o no colecho. Productos ecológicos o de mercadona. ¿Qué más te da a ti?

En la consulta, los pediatras debemos asesorar, informar y  orientar cuando nos pedís consejo, pero nunca juzgar. Y he de reconocer que a veces el consejo médico y el “juicio” como tal, están separados por  una delgadísima línea que debemos respetar, siempre y cuando la salud de los niños no esté en juego.

La maternidad y la crianza no llevan un traje de talla única, no existe el manual de la “buena madre”, olvídate.

No te metas en jardines a los que ni siquiera has sido invitada.

¿Sabéis que es lo más reconfortante para una madre? ¿Sabéis que con solo escucharlo nuestra expresión facial cambia de un modo maravilloso? ¿Sabéis que con solo oírlo una vez, tenemos energía para muchos días, meses, incluso para el resto de nuestras vidas?

Eres una madre maravillosa_2000px

Sí. Yo sé perfectamente quienes me lo han dicho y en qué momento, y no, no lo olvido ni lo olvidaré. Y cuando me siento juzgada, cuestionada, a veces acorralada, solo tengo que volver a todos ellos y repetírmelo:

Eres una madre maravillosa.

(Nota: este es un extracto de uno de los capítulo de mi segundo libro “Eres una madre maravillosa” que puedes conseguir AQUÍ)

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